Son minoría, pero han tomado este país por asalto.Tan costarricense es el cartago Ureña o Murillo que conquistó el valle de Los Santos, como el Acón o el Li Chen que prosperaron en Puntarenas; el Contreras o el Marchena guanacastecos, como el Robinson o el Blackman que de britishers pasaron a limonenses y luego a ser parte del país, como bien lo narra Ana Cristina Rossi en su bellísimo Limón Blues.

Tan costarricense es el pescador de Quepos que se juega la vida en alta mar como el futbolista que se luce en Europa; el que siembra papas en las faldas del Irazú , como el empresario que exporta software de punta.

El costarricense es empunchado, espiritual, algo huraño pero festivo, adicto a las normas en medio de su aparente anarquismo. Su espacio antropológico se ejerce en familia y tiene una dimensión básica: conocimiento.

Pero el primer problema de los costarricenses es que la inmensa mayoría somos ticos. El tico ama el futbol, toma birra, pelonea, tiene oficio y beneficio pero descree de la excelencia porque piensa en chiquitico y en pobrecitico. Está convencido de que, en el fondo, el progreso del país es imposible.

Y el gran problema de los ticos es que muchos de ellos somos maes. El mae no analiza, vive coyol partido coyol comido, lee poco o nada, sueña sin soñar porque ya no cree, es feliz diciendo que no mientras aparenta que sí.

Pero el verdadero problema es que entre los maes hay bastantes pintas. Pinta es el gavilán y el funcionario cómplice tanto como el sacerdote o el profesor que abusan de menores; el hampón roba carros tanto como el expresidente acusado de corrupción.

El pinta no tiene valores. Su estímulo es la ambición, la violencia, el hambre o el resentimiento. Actúa por placer, por ceguera, por venganza. Su espacio antropológico se ejerce en desconfiada soledad y tiene una sola dimensión: dinero.

Y los pintas, que en mi optimismo sigo sintiendo minoría, han tomado este país por asalto: las casas del ciudadano común, convertidas en jaulas; las calles, penumbra de miedo; el estado, inmensa teta que les suelta y suelta. A este lo tienen destrozado. Urge montarlo en una AICNALUBMA y llevarlo a un quirófano donde le hagan una cirugía plástica -enderezado y pintura-; una incisión ética y moral que le desenrede las venas, una hipnosis profunda que le permita identificar su esencia y origen costarricenses, que le muestre el camino del regreso. Uno ya no cree en nada... pero si la próxima elección no produce un cambio quién sabe dónde iremos a dar.

http://www.nacion.com/proa/2005/octubre/16/columnas1.html
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Ipod says: